domingo, 11 de septiembre de 2016

POEMA DE ANTONIO NELLA CASTRO

¿Qué te diré esta noche? ¿Te hablaré de los años
que anduve entre los trenes de la estación de Guemes?
¿Te diré que mi abuela, que vino de Sicilia, 
nunca habló en español?
¿Que mi abuelo Vicente volvió un día a sus islas
por un mar de cianuro?
¿Qué te diré esta noche que duela tan hermoso?
¿Qué nos dirá este fuego
que siempre trae palabras
de muertos profundísimos?
¿Qué parte de nosotros
saldrá de sus cenizas?
¿Me mostrará mi madre
pedaleando en la  "Singer" el guiso de fideos?
¿O a mi padre cesante
anegando de culpas sus tibios ojos grises?

-Aveces, siento lejos
el olor de la vida.
Soy el que me estoy yendo.
Un niño moja mi alma como pan en la leche.
Y mis dedos se quedan
revolviendo la taza.

De Margarita, el Fuego y yo
Antonio Nella Castro

Nació en Salta en 1921 y se radicó desde los 26 años en Capital Federal. Ha publicado, en poesía: Tiempo de acuarela (1945), La elegía heroica (1950), El potro pintado (1959) y Baguala solamente (1972). En narrativa publicó La mestiza (1957), El ratón (1970, Premio Planeta de Argentina) y Crónica del diluvio (1986). En 1973 la Sociedad Argentina de Escritores lo distinguió con la Faja de Honor por su libro Baguala solamente (Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires). Permanecen inéditas su novela El útero de ladrillos (novela) y una antología de su obra poética, así como su obra de teatro "Los ojos azules como papá". Falleció en Salta, el 22 de julio de 1989.

En la novela Crónica del diluvio (1986) de Antonio Nella Castro, la función de la estructura de la crónica es desafiada para erguirse en relato paródico de la humanidad. Esta narración, que conjuga las facetas genesíacas y apocalípticas expresadas en la forma de relato genealógico del Antiguo Testamento, ubica a Noé en el filo de las tradiciones y de la historia. En esta versión, el cronista re-escribe su genealogía, evalúa la historia y la actuación de los hombres dentro de ella. Allí, la historia universal se presenta como una mera sucesiónde ciclos siempre idénticos, en los que los hombres representan un "único libreto".


jueves, 31 de marzo de 2016

POEMA: IRUYA de Manuel J. Castilla

Iruya
de Manuel J. Castilla
a Juan Solís y María Eugenia 

Yo estuve viendo al hombre cuando alzaba la sombra de su casa
de hebra en hebra como un barracán tibio,
Vi sus manos lamiendo dócilmente trozos de piedra y barro.
Con uñas enlutadas lo he visto hacer en greda y pasto en sueño
la primera pared, el primer pecho de hombre sobre la cordillera,
lo he visto moldeando la cenicienta cara del silencio,
tomar el cielo entero, oscurecer su entraña mas celeste
y meterla en su casa como un trozo de lampara apagada.

Yo he visto hacer a Iruya.

Iba quiscudo, lleno de pajas bravas sobre el hombro para tapar lluvias.
Alzaba agua cantora de la boca del río soñoliento.
Lo vi batiendo el barro con el ala tiznada de los cóndores
como una pala de noche y de infinito.
Después que estuvo todo, hundía una a una la semilla en los cerros.
Un trigo, lleno de un pan dormido todavía, le doraba los ojos
como un viento que vuelve de hundir su pelo en los jardines
y sobre su hambre al aire los habales esbeltos
y el maíz amarillo desparramado y quieto como un tigre dormido.}

Iruya estaba creada para siempre.

Blanca sobre la alzada palma del abismo
iba de dedo en dedo en las manos del hombre endureciéndose
y por los pedregales de sus cumbres, en acullicos secos,
por un alcohol forzudo trepaba miedo arriba.
Quise arrimarle fuego y mi fuego fue verde
porque mi leña era suave leña de musgo de apacheta
y ese humo lo ceñía y le cantaba
igual que un vino tierno.

Yo estuve viendo al albañil arrodillado. Su sombra iba pensando.
Lo he visto entre campanas que soltaban sus pájaros sonámbulos,
medio enterrado casi por sus dioses brutales
atropellar la virgen más celeste del cielo, corajearle,
y con un toro de cartón astearle polleras y puntillas.
Yo he visto cómo
con la cabeza blanca de un caballo saliendo de su vientre,
bufando él mismo, atado,
su miedo la adoraba entre rosadas rosas solitarias.

Entonces llegó el toro de la música. Su arena sollozante brotando de una caña melancólica.

Nadie lo vio morirse mugiendo y celebrándose
ni miró su cordero lanudo degollado y latiendo,
nadie le dio a la tierra su sangre pobre, muda y clamante,
nadie escuchó a las cajas machacar convocándolo.

Dios dentro de él cantaba puñaleado.

Nadie sintió su baba pegajosa empapando sus hombros,
nadie bebió el aliento de sus ángeles rojos apagándose,
nadie oyó en ese toro, herida tras herida, su melodía volcánica.

Nadie vio al toro,
nadie lo oyó en el cuerno de su erquencho acezando
ni entre sus tropezantes borbotones se hundió nadie
y nadie con su legua lamió la tierra yerma
ni ha sentido su sapo lunoso atormentado,
nadie miró ese toro que mugiendo caía
de su cielo inocente, desgranado.

Ya no la tierra abriéndose a las lluvias,
ya no los rayos donde Dios hierve furias,
ya no los minerales hundidos refregándose tristes,
ya no los viejos dioses desnudos azotándose
con cañas de maíz a los pies de la noche, 
ya no,
ya no,
ya nada estaba allí dentro del toro,
en su bramido roto, parturiento y lloroso, ya no, ya nada,
nada,
sólo Iruya.

de Manuel J. Castilla Obras Completas Pág. 300
EUDEBA- Cultura Salta



sábado, 12 de marzo de 2016

POEMA: Baguala de la Chinita de Antonio Nella Castro

BAGUALA DE LA CHINITA
de Antonio Nella Castro

La madre tuvo seis hijos
De distintos padres.
La gente del cerro Dice 
que donde hay yeguas potros nacen.
Jacinta
Era la más grande.
Y tenía como doce años
Cuando la dieron para que no se muriera de hambre.
Total hasta Dios
Regaló una vez un hijo de su sangre.
Fue a parar a una familia de clase media:
La señora ama de casa, el marido comerciante.
De entrada nomás la proveyeron
De dos vestidos viejos, un catre,
Un par de zapatillas
Y un peine para despiojarse.
Y a puro jabón y trapo le sacaron la mugre
Hasta hallarle el color de la carne.
Fue como si de pronto
A todo el valle
Le borraran
El paisaje.
O como si de repente
Se hubiera puesto insulso el aire.
La comida no era mucha.
Pero sobraba para alimentarse.
Y podía descansar un rato
Por las tardes
Hasta la hora
De cebar el mate.
Eso sí:
Ni hablar de pagarle.
Con que la criaran
Ya tenía bastante.
Y Jacinta fue creciendo
Como los árboles.
De sólo estar. Hasta que un día
Casi sin darse cuenta parió un hijo de nadie.
Un cachorro angustioso
Desbordado de todas márgenes.
Una guagua del viento
Tirada como una piedra más entre los arenales.
Un animal profundo y lastimado
Brutalmente de balde.
Después… Después volvió a los cerros
Y allí, como su madre,
Jacinta tuvo seis hijos
De distintos padres.

Antonio Nella Castro (1921-1989). Poeta, escritor y autor teatral. Estuvo muy vinculado al movimiento folclórico de su provincia natal, Salta, al que entregó la "Zamba del chaguanco", entre otros memorables temas. Desde muy joven se radicó en Buenos Aires. Recibió el Premio Municipal de Poesía y el Premio Provincial Salta, este último otorgado por el diario "Clarín". Su obra narrativa "El ratón" obtuvo el Tercer Premio en el 17°Concurso Internacional de editorial Planeta. "El duende y la luna" y "Los ojos azules como papá" son dos de sus obras de teatro. Es su poesía un resumen de la gente del lugar que lo vió nacer y del paisaje que contiene esa humanidad con todas sus desdichas y su magras esperanzas. "Baguala solamente", "Tiempo de acuarela, "La elegía heroica" y "El potro pintando" son algunos de sus libros de poemas.



POEMA: Orden Social de Walter Adet



ORDEN SOCIAL
de Walter Adet

Enseñan a escribir en las escuelas y a leer
entrelíneas en las cárceles,
persuaden a los gatos regándolos, rociándolos.

Contradecirlos
es hacer un nido
en el sombrero
del espantapájaros.

En la otra vida
allanarán la imprenta
donde publica hojas
inéditas el árbol.



Nació en Salta el 3 de diciembre de 1931 y falleció en esta misma ciudad el 9 de octubre de 1992. Trabajó como periodista y desarrolló una notable producción poética que alternó con estudios puntuales sobre la historia y la literatura de Salta. Publicó los siguientes libros de poesía: En el sendero gris (sonetos, Salta, 1962) Canciones de una rosa (plaqueta, Córdoba, 1966); El aire que anochece (Salta,1971) ;Memorial de Jonás (Salta, 1981) ;La casa donde soy (carpeta -de poemas con ilustraciones de Antonio Yutronich, Salta, 1984) ;Los oficios (antología, Salta, 1987) y El hueco (antología, edición póstuma, Madrid 1992 y Salta, 1992). Publicó numerosos ensayos. 

POEMA: Juan del Aserradero de Manuel J. Castilla

Juan del Aserradero
de Manuel J. Castilla

Juan del Aserradero se ha embriagado
y hace como dos horas que duerme en la vereda.
Ayer, Juan ha cobrado
y en el bolsillo apenas si tiene una moneda.

Juan del Aserradero
tirado en la vereda
se parece a los perros.

Y para que el solazo no le queme la cara
y se despierte luego,
el yuchan de la calle
tira sobre sus ojos sombra como un pañuelo.

Changuanco, como pocos,
Juan del Aserradero
quiere olvidar la sierra
y se duerme en el suelo,
pero la sierra vuela
por encima del pueblo,
se torna una cigarra
y le asierra su sueño.

Del Libro: Luna Muerta 1943

martes, 8 de marzo de 2016

HAIKUS de Jorge Luis Borges

17 Haikus
Jorge Luis Borges

1

Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

2

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

3

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

4

Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.

5

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.

6

Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.

7

Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.

8

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

9

La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.

10

El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.

11

Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

12

Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

13

Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

14

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

15

La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.

16

Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.

17

La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.

La cifra, 1ra ed. Buenos Aires, Emecé, 1981. 
1ra ed. Madrid, Alianza Editorial, 1981. Col. Alianza Tres, 159.

sábado, 27 de febrero de 2016

15 DEFINICIONES DEL DICCIONARIO DEL DIABLO: de Ambrose Bierce Parte 1

Abandonado. El que no tiene favores que ofrecer. Despojado de fortuna. Amigo de la franqueza y el sentido común.

Aborígenes: Criaturas de limitado mérito que obstaculizan el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de estorbar; entonces, fertilizan.

Aburrido: Dícese de la persona, que cuando uno quiere que escuche, habla.

Academia: Antigua escuela donde se podía aprender moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña futbol, danza y otras cuestiones.

Acordeón: Instrumento que se encuentra en armonía con los sentimientos de un asesino.

Aflicción: Procesos de adaptación que prepara al alma para soportar otro mundo más cruel.

Agitador: Estadista que para expulsar gusanos, agita los frutales del vecino.

Ambición: Deseo obsesivo de ser, en vida, calumniado por nuestros enemigos, y ridiculizado por los amigos después de la muerte.

Aplauso: El eco de una necedad. Monedas con el que el populacho homenajea a quien los hace reir y los despedaza.

Anormal: Que no responde a la norma. En cuestiones de Pensamiento y conducta, ser anormal es ser independiente, y ser anormal es ser condenado. Por lo tanto, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga, obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del infierno.

Armadura: Vestimenta que usa el hombre cuyo sastre es un herrero.

Bailar: Saltar al compás de una música alegre, preferentemente abrazando a la esposa o la hija del vecino. Hay muchas clases de baile, pero todos los que demandan la participación de ambos sexos tienen dos cosas en común; son ciertamente inocentes y gustan mucho a los libertinos.

Belleza: Cualidad femenina que seduce al amante y aterra a un marido.

Cañon: Utensillo empleado en la rectificación de las fronteras.

Circo: Lugar donde se permite a caballos y elefantes contemplar a hombres, mujeres y niños haciendo el papel de tontos.



Influenciado por H. P. Lovecraft, Bierce publicó El Diccionario del Diablo, una obra interesante y actual, en cuyas definiciones impera el humor negro, el sarcasmo y la ironía. La idea de este libro fue dejar plasmada una crítica hacia la sociedad y a los diversos arquetipos y etiquetas políticamente correctas. Este libro publicado en 1906 le valió el mote de El Amargo.

CUENTO: ARENA de Alejandro Dolina

ARENA
de Alejandro Dolina

Los paganos admitían la existencia de divinidades toscas, imperfectas, chapuceras.
Los dioses no sólo estaban sujetos a toda clase de vaivenes éticos sino que también cometían numerosos errores en el ejercicio de su profesión: creaban universos endebles, se dejaban engañar por los humanos, desconocían el futuro, fallaban en sus cálculos.
Las grandes religiones monoteístas acuñaron la idea de la infalibilidad divina, de un poder sin grietas.
No es nuestro propósito ejercitarnos ociosamente en la lógica para entretenernos con esas paradojas que tanto divierten a los gandules agnósticos. Ahorraremos al lector la modesta perplejidad de pensar si Dios es capaz de crear un objeto tan pesado que él mismo no pueda levantar.
Sin embargo, la historia de la arena comienza con una distracción de un Dios omnipotente.
Las tradiciones islámicas dicen que, habiendo finalizado la creación, el Señor advirtió que faltaba la arena. Grave defecto, si bien se mira. Los hombres estarían privados de la deliciosa voluptuosidad que sienten al caminar junto a los mares. El fondo de los ríos sería siempre ríspido, los arquitectos carecerían de un material indispensable, los caminos no podrían suavizarse, las huellas de los enamorados serían invisibles.
Dispuesto a remediar su olvido, Dios envío al arcángel Gabriel con una enorme bolsa de arena a que la desparramara allí donde fuera necesario.
Pero el Enemigo trabaja siempre para estropear la obra divina. Mientras Gabriel volaba con su carga inconcebible, el diablo le agujereó la bolsa. Esto sucedió exactamente sobre la región que hoy es Arabia. Casi toda la arena se volcó en ese lugar, de modo tal que las nueve décimas partes del país quedaron convertidas para siempre en un desierto de arena.
Advertido de esta catástrofe, Dios resolvió ofrecer a los árabes algunos dones compensatorios.
Les dio un cielo lleno de estrellas como no hay otro, para que miraran siempre hacia lo alto.
Les dio el turbante, que bajo el sol del desierto es mucho más valioso que una corona.
Les dio la tienda, que es mejor que un palacio.
Les dio la espada. Les dio el camello. Les dio el caballo.
Y les dio algo más precioso que todas las otras cosas juntas: la palabra, el oro de los Arabes.
Otros pueblos modelan en la piedra o los metales. Los árabes modelan en el verbo.
El poeta ( el chair ) es sacerdote, juez, médico, jefe. El poeta es poderoso: puede traer alegría, tristeza, encono. Puede desencadenar la venganza y la guerra. Puede matar con la palabra.

Los errores de Dios, como los de los grandes artistas, como los de los verdaderos enamorados, desencadenan tantas reparaciones felices que cabe desearlos.


Extraído del Libro del Fantasma- Planeta-2005

viernes, 22 de enero de 2016

POETAS MALDITOS: POEMA: EL CUERVO DE EDGARD ALLAN POE

El Cuervo
de Edgard Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "Nunca más."
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más."
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más,"
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

viernes, 15 de enero de 2016

POETAS MALDITOS: POEMA: MIENTRAS ANDA LA HORA - CLAUDIO DE ALAS

Mientras anda la Hora
de Claudio de Alas

-Doctor; sigue esta fiebre
que el alma me entenebre,
implacable y brutal como si fuera
mi vida toda que al rodar callada
espera, espera...y siempre espera
una sonrisa lastimera
de unos labios callados cual los míos...

-Doctor; mi carcajada desolada y cansada
llena de afán mi jornada
tiene la muda soledad de los desiertos...

-Doctor; vuestra ciencia suprema
para mi mal- mal de los muertos—
Es una luz. cuyo fulgor no quema.
—Doctor; dejadme quieto!
Prefiero antes que el hombre, el esqueleto.

Perdonadme, Doctor... Soy el enfermo.
que únicamente callo cuando duermo..

...Espero una visita.
Es una Dama pálida y silente.
Hace tiempo. Doctor, me dio una cita,
y la espero esta noche blandamente...

-Doctor; alguien toca la puerta...
Abrid! ¿Es ella acaso?
Ella es...! Doctor, viene encubierta:
indicadle el camino, dadle paso,
y no toquéis su túnica de raso,
porque oculta el Misterio seriamente..!

Buenas noches, dulce amiga lejana.
os esperaba... adelante. Señora...

—Doctor; esa campana.
¿por qué sin ser la hora. da la hora
y esparce, su lamento?
qué descanso que siento,
mi querido Doctor.

Enmudecido de temor;
qué descanso, doctor!...

Este pensar horrible de mi pensamiento,
de mar en furia, es límpido remanso. . .
No tengo frío, mi querido Doctor,
algo pasa sobre mi corazón. . . algo que no me duele!
Será que ya murió mi corazón?

Algo me impele
hacia la barca azul, en que el laurel
hecho ritmo, y verdor y resplandor,
tiende un abrazo redentor,
mi sabio y muy admirable, mi señor Doctor:
—Perdonad al enfermo, y su candor.

—Lo más cerca de mi, Señora...
Soy un niño muy triste...
y hace tiempo que lloro.
No recordar en qué consiste;
lo dulce de tu cita, triunfará.
Dadme un beso, oh. Señora!
Dadme el beso callado y no comprado,
de tus labios siniestros, por los mudos.

Señora, y a mi lado.
estrechemos los músculos desnudos,
para dormir. . .
Morir. . . ? 

Diez minutos después el poeta se abría la frente de un tiro. 
Nota del compilador



Juan José de Soiza Reilly, compilador testamentario de Jorge Escobar Uribe –tal era el nombre verdadero de de Alas- nos cuenta que el poeta nació a fines del siglo dieciocho en el seno de una familia de la élite colombiana; de adolescente se hizo revolucionario y luego de pelear en guerras civiles abandonó su patria, viviendo en Ecuador, Perú y Chile. Fue en este último país donde alcanzó la fama en los Juegos Florales que ganó Gabriela Mistral con los "Sonetos de la muerte" en 1914, donde obtuvo una mención con un "Salmo de amor" en castellano medieval. Pero él pensaba que “triunfar en Buenos Aires era la gloria más hermosa a que puede aspirar un poeta”, y vino.

Sin embargo, cuando el compilador conoció al poeta y éste le contó su deseo de triunfar en estas tierras, le advirtió:

- Vea amigo, si usted quiere triunfar, váyase hoy mismo. Huya. Vuele. Aquí nadie triunfa. Aquí sobrevivimos. Nada más.

No le hizo caso nuestro poeta y se dedicó al ejercicio del periodismo con discreto éxito. Un pintor inglés lo alojó en su casona de Bánfield “hasta que encuentres quien te pague mejor” Allí escribía, leía y traducía a su querido Oscar Wilde, y siempre lo acompañaba un viejo perro que vivía con el pintor.

El 5 de marzo de 1918 de Alas se suicidó en la casa de su amigo. Nos cuenta su compilador:

“Los 32 años de edad que tenía le pesaban como si hubiera vivido siempre en la opulencia…Atardecía…Encerróse en su habitación. Lloró sobre estos pobres papeles floridos de versos y escribió tres cartas” Una fue para su hermano, otra para el pintor que lo hospedaba y la última para un amigo a quien le cuenta ese “dolor enorme de sentirse solo ante la vida implacablemente hostil”

Como cumpliendo un extraño pacto de amistad, primero mató al viejo perro que lo había adoptado. Y el segundo balazo fue para él mismo. Fuente de la biografía: poeticous.com